lunes, 5 de abril de 2010

Revolución Mexicana: ¿Mentira Centenaria?

Cuando Porfirio Díaz comenzó su larga permanencia en lel poder, México tenía poco más de 500 kilómetros de vías férreas; cuando se fue en el Ipiranga, dejó 18 mil kms. El régimen de la revolución a lo largo del siglo adicionó apenas unos pocos kilómetros, logrando su desaparición como transporte de pasajeros y su inopia como carguero, a golpes de ineficiencia administrativa y sindicalismo charro. ¿Porque la gente no lo sabe?

Muy sintomático que en el mes de marzo aparecieran en Twetter sendas hashtags con el PRI como tema, más aún que en ambas predominara el rechazo. La primera #FelizCumplePRI por el aniversario de su fundación, es un a antología de sus desmanes y demagogia; la segunda, con más premeditación chacoteo y genuina preocupación por su posible retorno, la originó el “tuitguerrillero” @Jan_Herzog: verdadero azote de los priístas por igual: lo mismo los de línea tricolor que los de linea solar.

Convencido de que efectivamente es necesario y urgente terminar de una vez por todas con el viejo régimen, me gustaría llamar la atención sobre un aspecto soslayado pero que pienso está en la base de todo el poder que el PRI ha ejercido sobre el país a lo largo del siglo XX: la llamada ideología de la Revolución Mexicana. Si bien desde los años sesenta se le ha extendido acta de defunción, su mito no se ha extirpado por completo básicamente gracias a lo que se enseña en las escuelas en esplendoroso blanco y negro: la revolución se hizo contra la dicatdura del gran villano y exiliado postmortem General Porfirio Díaz.

Un buen intento de analizar el Porfirismo -que no Porfiriato, dado el enorme consenso que generó en su tiempo-, se hizo en un programa se le dedicó en Discutamos México. Sin embargo, el formato tan estático a partir de los discursos de académicos y óleos “animados” (de hueva) no da para mucho. El tema merecería mucho más, sobre todo con un condictor de la talla de Krauze pero como en el panismo la comunicación no es uno de sus fuertes, simplemente rescato algunos puntos que ayudan a comprender el papel de villano asignado a Díaz.

La visión canónica sobre el problema de la tenencia de la tierra en la época de Díaz se la debemos a Molina Enriquez y todos han abrevado en ella: la idea central es que la hacienda creció a costa de la comunidad indígena (dejándose de lado su importancia como unidad de producción). Los estudios regionales han demostrado que no era así en todo el país y ni siquiera era algo predominante. Hasta entonces comprendí los relatos de mi bisabuelo que contaba de indios que querían privatizar las tierras para subirse al boom de la vainilla en Papantla a principios de siglo. No se diga recorrer las ruinas de aquellos centros de bonanza como Tlalpujahua, Apam o Casas Grandes.

La leyenda negra de Díaz se basa también en los conflictos con el movimiento obrero, Río Blanco y Cananea son un símbolo. Pero se olvida que el texto –también canónico-, México Bárbaro de Keneth Turner, no fue una investigación sino un reportaje de prensa patrocinado por las compañías petroleras (Standart Oil) en fiera competencia con los ingleses (El Aguila) principalmente Weetman Pearson, más conocido como “el contratista de Díaz”. Chequen su memoria, el libro de texto y la leyenda de Díaz como el gran villano y verán que nace en estos paradigmas.

Que no estuvo todo bien en la época de Díaz es cierto, pero los simples relatos de nuestros abuelos que hablaban de un México no tan malo a principios de siglo deberían cuestionar nuestras certezas al respecto; por no mencionar la estabilidad fianciera y el peso-dólar uno a uno No se diga cuando nos enteramos que actualmente Cananea esta en huelga desde hace meses, básicamente para defender a un líder charro quien heredó el sindicato de su padre, perseguido por la ley y escondido en Canadá. Menos cuando sabemos que no podemos viajar en ferrocarril por inexistente, pero sí hay un líder de ferrocarrileros que disfruta de dos pensiones de 80 mil pesos cada una. Por no mencionar el corrupto sindicalismo protegido por la demagogia del PRI, al cual pertenecen ambos líderes.

También abundan los estudios que demuestran que en el régimen porfirista había una intensa vida política de negociación a nivel regional. La autocracia centralista que se le cuelga a Díaz, en realidad es la que desplegó el PRI a lo largo de setenta años, sin olvidar sus vínculos con el narcotráfico desde los años treinta. Lo curioso es que a pesar de todas los indicios, ha predominado la imagen de Díaz como el gran villano y no en balde, la dictadura perfecta del PRI en varios aspectos queda muy por debajo del largo período de Díaz en el poder. Sin olvidar que la tan mentada justicia social es mucho mejor en varios países de América del Sur y sin sufrir revolución.

Por último, la impronta más grave de la historia oficial es el maniqueísmo que prevalece en toda la cultura. La contraparte del gran villano: se ha elevado como héroe a Villa, un bandido que espió y recibió fondos lo mismo de alemanes, que de Hollywood o el Departamento del Estado (F Katz). De ahí la costumbre de tomar partido por un narco, un encapuchado carismático o un pueblo de linchadotes, lo mismo que mitificar a un periodista o un diario si se le ve como parte del derrocamiento del Estado: se termina por justificar hasta lo injustificable en aras de dividir el mundo en buenos y malos. Esta herencia del régimen de la revolución es una actitud muy poco cívica y mucho menos ciudadana. Cuestionar esa imagen debería ser parte de la reflexión sobre el Bicentenario ya que el conocimiento de nuestra historia es un ejercicio indispensable del ciudadano.

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Para una crónica de viaje en el último ferrocarril mexicano de pasajeros se puede consultar el enlace en esta página "fotoviajante"

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