martes, 20 de abril de 2010

CHAMBAS

- ¡ Serafina, Serafina!, ¡Te anda buscando la policía!, una patrulla está preguntando a los vecinos que si saben en dónde localizarte.

Serafina se quedó helada, más que el agua del arroyo en la que chapoteaba la ropa enjabonada de sus hijas. Volteó a buscarlas instintivamente y confirmó que estaban cerca: jugaban con una muñeca sin un ojo y el vestido raído como los de ellas. Por su cabeza cruzaron imágenes y decisiones. Ideas que nunca se le hubieran ocurrido: correr con sus hijas por la barranca para alejarse del pueblo, esconderse y vivir en alguna de las cuevas ahí cercanas, refugiarse con alguna vecina, juntar un poco de dinero prestado y cruzar la frontera por Ciudad Juárez para trabajar del otro lado. Pero también muy rápido supo que ninguna de ellas era viable, las niñas representaban una carga que haría difícil cualquier plan de huida y dejarlas -aunque fuera por un tiempo para después recuperarlas- ni pensarlo.

Entregarse a la policía le parecía algo suicida, estaba segura de no haber cometido ningún delito, pero la inocencia era lo último que importaba con la policía, ya casi se veía presa y separada de sus niñas. ¿Por qué le tenía que pasar esto a ella?, precisamente ahora, cuando ya había logrado juntar los seis mil pesos de cuota para inscribirse en un programa y construir su casa; de qué le había servido trabajar de sol a sol como sirvienta en una casa en una lejana colonia de gente rica y deslomarse lavando ajeno los fines de semana. Si huía, hasta sus ahorros perdería. Sin saber cómo, un sentimiento le invadió, una especie de abandono y de seguridad le dio la certeza de que ya nada peor le podía pasar en la vida y le llenó el cuerpo. Sintió que ya no tenía compasión por si misma y menos para los demás.

- ¡Marisela, Marisela!, te anda buscando tu jefe, parece que hay algo urgente-

Marisela que ya se disponía a arrancar su auto, con un gesto de resignación se bajó, lo cerró e hizo el camino se regresó a la oficina. El cansancio acumulado de la semana se haría más pesado con el congestionamiento del tránsito de los viernes por la noche, no alcanzaría a ver a su hijo el más pequeño: para cuando llegara a su casa ya estaría dormido. A ver ahora que se la atoró al inútil de mi jefe, pensó.

El funcionario la recibió con cara de angustia mostrándole la pantalla de la computadora en estado de catatonia informática, sin que pudiera ni avanzar ni retroceder. Le explicó la urgencia: Va a haber un acto en Los Pinos con el presidente y el secretario, se necesita que venga una mujer a la que se le haya dado un crédito para que reciba los papeles de manos del presidente, necesitamos que sea algo de acuerdo a las necesidades de la oficina de Comunicación Social. ¿Cómo le hago para entrar a la bases de datos y escoger a alguien?

Marisela se sentó frente a la computadora, tecleó CtrAltSupr la máquina respondió y cerró todos los programas; luego la apagó y tras unos segundos la encendió de nuevo. Con calma y paciencia preguntó exactamente cómo querían que fuera la elegida, de qué estado o de qué edad.

- ¡Nada más que esté bien jodida!, ¡tú define el perfil, pero ya!, porque hay que mandar a traerla y que esté aquí el domingo.....

- ¿Te parece bien que sea de Chihuahua?, es de los estados mejor organizados.

-¡De Chihuahua, sí, que sea de Chihuahua!, ¿está completa la información?

- Sí, si está completa- respondió Marisela.

- Entonces saca tres candidatos y propón uno- respondió más tranquilo su jefe.

Mientras tanto, Marisela reflexionó el mejor método para elegir a alguien a quien se le diera un crédito para construir su casa y además la oportunidad de viajar a un evento con el presidente. Trató de imaginar una mezcla de azar y estadística que no estuviera reñida con la justicia y que al mismo tiempo, no dejara la decisión en manos de un burócrata o de un líder que lo entregara a algún incondicional suyo. Tomó el promedio de ingreso de varios municipios y lo redujo al solicitar el perfil, después lo condicionó a que fuera mujer trabajadora menor de treinta años y con hijos. Segundos después apareció un folio con un nombre en la pantalla: Serafina Mozos Cigarrero.

-- Muy bien Licenciado, muy bien, me parece buena la propuesta. Comuníquese a Chihuahua y vea con el Delegado para que vaya viendo de una vez si la mujer está dispuesta a viajar a la ciudad de México.-

-- ¡Cómo no va a aceptar!, a esa gente póngale afuera el atole y los tamales y va a ver si no comen en donde sea. El funcionario apenas esbozó una sonrisa ante el comentario burlón y despreciativo de su secretario particular, después se dirigió de nuevo al director. Con el respaldo inclinado del lujoso sillón de piel, el Director General le tendió las tarjetas hechas por Marisela; la blancura de las mangas de la camisa contrastó con la media penumbra que producía la lámpara sobre el escritorio.

-- Da gusto trabajar con gente como usted, alguien que resuelve rápido y bien los bomberazos.- El aroma de la fina madera del escritorio fue percibida por el subordinado casi como parte de la felicitación, él mismo se felicitaba por su habilidad de poner a trabajar a los demás en su beneficio. Esto sin duda, aumentaría su puntaje en la carrera por la dirección vacante.

No terminaba aún el director de recibir con orgullo y en silencio la felicitación de su superior, cuando al momento de recoger las tarjetas informativas se escuchó la voz del secretario particular.

- De una vez váyase haciendo una tarjeta con un guión de las palabras que deberá decir esa mujer ante el presidente. Algo que hable de nuestro programa y que agradezca la casa, en fin ya sabe usted, algo lucidor para el Preciso, para el Secre y para nosotros.

- Sí, no se preocupe licenciado, yo me encargo- Mientras salía de la oficina, el funcionario menor se devanaba la cabeza pensando a quien pedirle la nueva tarjeta; sí se la pedía a Teresa su amante, le ofrecía la oportunidad de lucirse; por otro lado, era más confiable Marisela, aunque pedírsela significaría la tensión propia de un bomberazo en viernes por la noche. En el camino a su oficina algo se le ocurriría, lo que urgía en este momento era localizar al delegado para que este a su vez buscara a la mujer, la convenciera de viajar para estar en 24 horas aquí y la prepararan para la ceremonia oficial.

- A ver Tere, necesito hacer una tarjeta urgente, ayúdame porque tu sabes escribir más rápido que yo en la máquina.- rápidamente la subdirectora se dispuso a teclear.

Haciendo de tripas corazón, Marisela se sentó al otro lado del escritorio, ya sabía que ella terminaría haciendo el trabajo de su jefe, pero si se ponía a discutir, nada más se tardaría más en salir de la oficina y en llegar a su casa.

Su jefe comenzó a dictar y la subdirectorta –cómo rumoraba la oficina- a escribir corrigiendo por aquí y por allá en voz alta algún tiempo de conjugación o término:

- Quiero agradecer al Presidente, porque de no haber sido por este programa yo nunca hubiera tenido casa, ya que por mi nivel socioeconómico no soy sujeto de crédito ni pertenezco a ningún organismo de vivienda.... -

Media hora después, le daban la tarjeta a leer a Marisela, esta, esbozando una sonrisa les dijo:

- Así no habla esa gente, se necesita un lenguaje más sencillo y directo-.

- A ver, según tú ¿cómo debería de decirlo?- le espetó su jefe.

“Ya lo sabía” pensó Marisela, piensa que no me doy cuenta, pero si no lo hago quién sabe a qué horas saldré de aquí.

- Denme chance- les dijo, y se sentó frente a la computadora. En tanto, Tere hacía un mohín de disgusto por el silencio aprobatorio de su jefe. Media hora después la tarjeta definitiva estaba en el escritorio del funcionario.

Un vacío en el estomago y el sudor frío en las manos le invadió mientras el avión tomaba impulso en la pista y despegaba. Sintió en el cuerpo una ligera inclinación hacia un lado y de pronto apareció por la ventanilla la cuadrícula de calles con cientos de pequeñas casas de la ciudad iluminadas por el sol amarillento del atardecer. Con el valor de la curiosidad se pegó a la ventana y alcanzó a distinguir entre los pocos edificios altos de la ciudad el del Hotel El Presidente, sus hileras de ventanas parecían rayas negras, todo un costado blanco y liso dejaba ver el nombre y hasta arriba un techo redondo y azul. Las galeras de las bodegas y los mercados, los campanarios de las iglesias destacaban en medio de las construcciones y parecían de juguete; aquí y allá, el fresco verde intenso de los árboles de los jardines, mientras, en el horizonte, las montañas crecían, se alejaban y se convertían del café rojizo al azul grisáceo. En unos cuantos minutos el rojo de los arces y el amarillo de los abedules se perdió a medida que el avión ganaba altura y la sierra se convertía en pequeños rasguños en el suelo, Serafina con trabajo dejó de observar las nubes cuando la azafata le preguntó qué quería de tomar.

A su lado el Delegado observó por un momento la ropa humilde pero limpia de Serafina. Parecía que había entendido, debía llevar su ropa formal pero sin falsos lujos; nada fuera de sus posibilidades y al mismo tiempo lo suficientemente presentables en una ceremonia con el presidente en donde estarían los medios de comunicación. Serafina había entendido todo desde el principio, era inteligente y arrojada, no se achicopalaría frente al micrófono y las cámaras, pero tampoco negaría su extracción popular.

Después del susto por la patrulla que la buscaba y una vez enterada de lo que se trataba, se puso feliz y aceptó inmediatamente el viaje a la capital y solamente pidió dos cosas: que la llevaran a visitar a la virgen de Guadalupe y quería conocer Chapultepec. - Hecho- fue la respuesta del delegado.

La tarjeta redactada por Marisela a pesar de los intentos de comunicación social por cambiarla una y otra vez, continuó su camino: no tuvieron más remedio que reconocer que no había que meterle mano, sobrevivió y llegó a las manos de Serafina. Mientras esta agradecía con sincera emoción y palabras entrecortadas, mezcla de sus sentimientos y el sencillo reconocimiento que leía en la tarjeta; un reducido grupo de funcionarios en el presidium medio atendían la ceremonia y charlaban entre ellos. Sorprendidos por la desenvoltura de la mujer y por su aspecto limpio y cuidado, cuchichearon con una sonrisa en sus rostros.

- Que bien le quedó la tarjeta, tiene usted buena pluma.

- Gracias Licenciado, pero sin su dirección me hubiera sido difícil encontrar el tono.

Con una sonrisa entre complicidad y hastío por la ceremonia voltearon a ver a Serafina.

- Bien despierta la mujer, licenciado-

- Sí hombre, ¡¿en dónde se podrá conseguir una sirvienta así?!

2 comentarios:

  1. Retratas excelentemente la realidad, asi es como son nuestros funcionarios publicos ni mas ni menos... otros trabajan para k otros se levanten el cuello.... cuando cambiaremos.... cuando seremos mejores seres humanos!?

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  2. EL CAN

    Un carnicero estaba a punto de cerrar su negocio cuando vio entrar un perro. Trató de espantarlo, pero el perro volvió.
    Nuevamente intentó espantarlo, pero entonces se dio cuenta de que el animal traía un sobre en el hocico.
    Curioso, el carnicero abrió el sobre y en su interior encontró un billete de 500 pesos y una nota que decía: ¿Podría mandarme con el perro 1 kg de carne molida de res y 1/2 kg de pierna de cerdo?
    Asombrado, el carnicero tomó el dinero,colocó la carne molida y la pierna de cerdo en una bolsa y puso la bolsa junto al perro, pero olvidó el cambio.
    El perro empezó a gruñir y a mostrarle los colmillos. Al darse cuenta de su error, el carnicero puso el cambio del billete en la bolsa; el perro se calmó, cogió la bolsa en el hocico y salió del establecimiento.
    El carnicero, impresionado, decidió seguir al can y cerró a toda prisa su negocio.
    El animal bajó por la calle hasta el primer semáforo, donde se sentó en la acera y aguardó con la bolsa en el hocico a que la luz se pusiera en verde para poder cruzar. Luego atravesó la calle y caminó hasta una parada de autobús, con el carnicero siguiéndole de cerca.
    En la parada, el perro vio llegar un autobús, se fijo que no era el correcto y siguió esperando hasta que llegó otro autobús. Cuando vio que era el correcto, subió seguido por el carnicero.
    El carnicero, boquiabierto, observó que el can, sentado muy propio en un asiento, miraba por la ventana con atención, como tratando de reconocer el lugar donde debía apearse del autobús.
    De repente, el can se incorporó en el asiento y, erguido sobre las patas traseras, tocó el timbre para descender, siempre con la bolsa en el hocico.
    Perro y carnicero caminaron por la calle hasta que el animal se detuvo en una casa, donde puso las compras junto a la puerta y,retirándose un poco,se lanzó contra ésta, golpeándola fuerte.
    Repitió la acción varias veces, pero nadie respondió en la casa. En el colmo del asombro, el carnicero vio al perro tomar la bolsa con su hocico, rodear la casa, saltar una cerca y dirigirse a una ventana. Una vez allí, tocó con las patas en el vidrio varias veces sin soltar la bolsa; luego regresó a la puerta.
    En ese momento, un hombre abrió la puerta... ¡y comenzó a golpear al perro! El carnicero corrió hasta el hombre para impedirlo, diciéndole: Por Dios, amigo! ¿Qué es lo que está haciendo? ¡Su perro es un genio!...¡Es ÚNICO!'
    El hombre, evidentemente molesto, respondió: ¡Qué genio ni qué la chingada! Esta es la segunda vez en esta semana que el muy péndejo olvida las llaves... ¡y yo en el baño!

    Moraleja:
    Por más que te esfuerces y cumplas más allá de tu deber en el trabajo, a los ojos de un jefe CABRÓN Y PENDEJO siempre estarás por debajo de lo que él quiere.

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