lunes, 17 de mayo de 2010

LUCES Y SOMBRAS DE FERIA: SHANGAI 2010

-Primera Feria Mundial de la historia: Acapulco -Arquitectura e inconsciente colectivo -El 1r Serial Killer en la Feria de Chicago -La sombra de la Feria de Shangai Desde la primera Feria Mundial llamada Great Exhibition of the Works of Industry of All Nations realizada en Londres en 1851 hasta la recién inaugurada en Shangai, estas Ferias han tenido como objetivo ser un escaparate de la modernidad y al mismo tiempo, un vistazo al futuro. Pero como toda visión futurista, es más lo que muestra del presente que de los mismos tiempos por venir. Si bien las ferias se remontan al comercio medieval europeo, su conversión en escaparate de novedades provenientes de tierras lejanas podría rastrearse a las que se realizaban cada año en Acapulco con todas las mercaderías que cargaba la famosa Nao de China en la época del México colonial. Pero sería la sociedad industrial la que les daría a esas ferias plenamente un carácter planetario, un alarde de avance tecnológico y de rebote pero sin planteárselo, un espejo de algunas de sus contradicciones más oscuras e inconcientes. En esa primera Feria Mundial de 1851 surgió un curioso debate alrededor de uno de sus emblemas, el Cristal Palace, dicha construcción mostraría de varias maneras que la idea del progreso se convertía ya en una ciega religión rumbo a la idolatría. Esa edificación en Hyde Park hizo visible el inconsciente colectivo de la época cuando se planteó y se debatió el destino que tendrían los árboles interpuestos en el camino del progreso. La solución reafirmó el nuevo poder de la sociedad industrial y su afán de abarcar a la naturaleza: la estructura de hierro y vidrio se construyó de manera que los árboles fueran su contenido: en el fondo no era sino la loca idea de que la cultura puede englobar a la naturaleza como una planta en maceta: reducirla a miniatura y encerrarla en el lugar más adecuado a su interés. El asunto no paró ahí, la Historia fue la siguiente víctima y prefiguró los parques temáticos de la actualidad. Augustus Welby Pugin diseñó el patio medieval de la feria y lo que se pensó como un nostálgico vistazo del neogoticismo a la moda, fue en realidad otra celebración del poder: el arte gótico se convirtió en decoración de la nueva estructura aportada por la sociedad industrial. Por otro lado, si el príncipe Alberto –principal promotor de la Gran Exposición- tenía la esperanza de sublimar los conflictos bélicos de Europa, en pacífica competencia comercial y de negocios, dicha esperanza se convirtió en el emocionado interés frente al escaparate de los nuevos productos de la sociedad industrial para la guerra: los gigantescos cañones de la casa alemana Krupp atrajeron tantos visitantes como el Disneylandia gótico de Pugin. El eco y la destrucción del acero, velaban armas esperando el perfeccionamiento de sus ingenieros y las campañas del imperialismo europeo alrededor de todo el mundo. EL DEMONIO EN LA CIUDAD BLANCA En el verano de 1889 la ciudad de París organizó la Exposición Mundial como parte de los festejos por el Centenario de su revolución. En Champ de Mars se expuso la más grande y glamorosa feria mundial hasta entonces vista, tan exótica que sus visitantes no concebían pudiera ser sobrepasada. El mayor alarde tecnológico de la época, una torre de hierro de más de trescientos metros que se disparaba al cielo como la estructura más alta jamás construida por el hombre, aún se le puede ver y es un símbolo de la ciudad: la torre Eiffel. Entre los países participantes se contaba Estados Unidos y el alarde de la torre, significó un abierto desafío a la supremacía constructiva que suponía Brooklyn Bridge y otros trabajos en hierro y acero de sus ingenieros. En contraste, su presencia en la Expo de París la colocó -según The Chicago Tribune´s- entre las naciones “descuidadas en su apariencia”, porque en tanto otros países mostraban dignidad y estilo, los americanos habían erigido “una mezcla de pabellones y quioscos sin ninguna guía artística ni plan uniforme”. La misma Torre Eiffel y su éxito, que no desfiguró el paisaje de la ciudad y más bien devino en su complemento, se tomaron como desafío, dando pie a la idea de albergar una gran exposición que mostrara al mundo otra cara de América y en particular opacara la dichosa torre. La conmemoración del descubrimiento de Colón con una feria mundial se volvió irresistible. La puja entre las ciudades para albergarla la ganó Chicago. Esta Feria Mundial cambiaría a los Estados Unidos en muchos e importantes aspectos. Durante los seis meses que duró abierta la visitaron 27,5 millones de personas, impresionante si se toma en cuenta que la población total era de 65 millones y que al viajar desde todos los rincones del país en ferrocarril, en realidad sus pobladores descubrían el país. En una época en la que la bicicleta era novedad, el teléfono una rareza y el fonógrafo una absoluta revelación, se comienza a entender la importancia de esta feria. El gigantismo norteamericano hizo su debut: una simple sala de exhibición podía albergar el capitolio, la Gran Pirámide, la catedral de Winchester, el Madison Square Garden y la Catedral de San Pablo, todo al mismo tiempo. Y la “monstruosidad”, la Ferri´s Weel, rechazada al principio para competir con la Torre Eiffel la eclipsó por el momento, se convirtió en emblema de la feria y se heredó al mundo moderno hasta la fecha en versiones de todos tamaños: la conocida Rueda de la Fortuna, que lo mismo está en toda feria de pueblo que en la Torre del Milenio en Londres o Hong Kong integrando en cada una los mayores avances constructivos. El catálogo de personajes presentes en la Feria es impresionante: desde Buffalo Bill a George Westinghouse, Henry Adams y el Archiduque Francisco Fernando entre otros muchos, sin olvidar el conflicto escenificado entre Nicolas Tesla y Thomas Edison por el tipo de corriente eléctrica a utilizarse en la feria. Fueron precisamente las casas iluminadas y repletas con aparatos eléctricos, los que dieron a los americanos un vistazo a su futura sociedad de consumo y la famosa Gran Ciudad Blanca de la Feria, marcaría el paradigma urbanístico de las ciudades en todo Estados Unidos; esa pauta hasta la fecha se puede ver hasta en las localidades más pequeñas. La información alrededor de esta Feria es abundante, pero sin duda uno de los mejores libros escritos al respecto, con un impresionante trabajo de investigación de archivos, recreación de la arquitectura de la ciudad de Chicago, de la misma construcción de la feria y sobre todo las fuerzas sociales subyacentes, es el de Eric Larson: The Devil in the City. Porque mientras los visitantes vestían sus mejores ropas y quedaban pasmados por la iluminación eléctrica, el trazo de la ciudad, los gritos desde la altura de la Ferri´s Wheel y se iniciaban en el consumo de los box lunch, las hamburguesas, el agua carbonatada y comida como clam chowder, baked beans, pumpkin pie, Juicy Fruit Gum, Pabst Blue Ribbon beer y Quaker Oats; en las zonas recién urbanizadas alrededor de los terrenos de la feria muchas mujeres desaparecían misteriosamente a lo largo de esos meses. Era el debut del lado oscuro de la civilización americana: el asesino serial. En forma paralela a la historia de la construcción de la feria (de mucha utilidad para los arquitectos), así como de los intereses y personajes alrededor de ella, Larson sumerge al lector en los archivos de las investigaciones policíacas de la época para descubrir no sólo el atraso de las técnicas forenses que cambiarían a partir de entonces, sino también las posibilidades para el surgimiento y el desarrollo de estos personajes que simplemente anunciaban el siglo XX. No es exagerado decir que esta feria cambió a los Estados Unidos para siempre. PARA SERVIR AL PUEBLO Es innegable el papel que han cumplido las Exposiciones en el desarrollo de las grandes ciudades para convertirlas en escaparates del futuro imaginado por sus constructores. El desarrollo de las técnicas constructivas por parte de ingenieros y arquitectos, lo mismo se vio en Londres que en Paris y la misma ciudad de Chicago con sus característicos rascacielos, no se explicarían sin la feria de 1892. Por lo mismo la ciudad de Shangai no escapa a esa tendencia, salvo que como todo lo relacionado con China, a su misma lejanía y a la etiqueta de exotismo que le ha asignado el imaginario occidental, se suma el ostracismo que la misma China impone a la mirada extranjera. La ciudad de Shangai tiene un papel crucial en la historia de su país, por su rápida occidentalización a manos de las legaciones extranjeras que impusieron su presencia tras la guerra del opio, por su carácter fabril apoyado por el maoísmo en sus afanes de industrialización y como cuna de la llamada Revolución Cultural, los Guardias Rojos y la Banda de los Cuatro. La pregunta que viene a la cabeza es, más allá del indudable escaparate que presentará la clase gobernante china al mundo a través de la feria ¿Qué fuerzas subyacentes y ocultas se mueven tras esa fachada de modernización acelerada y control civilizatorio? Siglo y medio después de la Gran Exposición de Londres y su Crystal Palace, la escala del afán de controlar y subsumir la naturaleza es otra: la presa de las Tres Gargantas desafía lo imaginable para la ingeniería, pero también anuncia lo que más oculta el gobierno chino: el costo ambiental (por no mencionar el social del que las obras hidráulicas en México son un pálido reflejo). Es de nuevo la literatura la que nos permite asomarnos a esas fuerzas ocultas. Ya Shangai Baby, Wei Hui mostró al mundo ese ambiente de jóvenes hijos de la élite china en loca carrera para occidentalizarse a cualquier costo, consumiendo toda la parafernalia electrónica de marca occidental y producida en buena parte precisamente en Asia, con niveles altísimos de contaminación. Por sus páginas se recorren las nuevas autopistas en las que circulan Mercedes Benz y otros autos lujosos rumbo a fiestas restaurantes y discotecas, en un abierto alarde que profundiza más -a golpes de la moda Chanel (Coco es el sobrenombre de la protagonista)- el abismo que día a día se abre más entre pobres y ricos en un país que no abandona el discurso del maoísmo y la dictadura del proletariado y lleva un lema en sus billetes: “Para Servir al Pueblo”. Más interesante por el mundo en transición reflejado en sus páginas que por calidad literaria, la prohibición de Shangai Baby por el gobierno y la quema de 200 mil copias lanzó el libro al cielo del best seller global. El otro autor que devela los subterráneos de la corrupción escondida tras la acelerada urbanización de Shangai es Qiu Xialong, con sus seis magnificas novelas del inspector Chen Cao y cuya importancia merece una reseña aparte que ya preparo para una próxima entrega. Mientras tanto, cuando nos presenten la magnificencia de la Feria Mundial de Shangai, estemos claros de una cosa: al apagarse sus luces, en medio de la oscuridad, vuelve una y otra vez el inconsciente colectivo del mundo industrial, aunque en este caso tenga una historia milenaria y esté en chino. __________ The Devil in the City (Murder, magic and madnes at the fair that changad America), Larson Erik; Vintage Books 2003. Shangai Baby, Wei Hui Washington Square Press 2002 A Case of Two Cities (An inspector Chen Novel), Qiu Xialong, Minotaur Books 2007