miércoles, 7 de septiembre de 2011

Carta ©


En mi sueño tomé el cuchillo y decidí que no valía la pena vivir: que quede bien claro, fue por ti. Pero nada, sólo me abrí el cuello y ni siquiera hubo sangre. Así que aquí ando, con mi rajada que nadie nota, porque llevo la cabeza agachada esperando que cicatrice algún día.

Pero como no morí no me queda de otra más que ir a visitarte, así, llego a tu casa. Al frente tiene una reja de hierro, hasta el fondo está la casa en medio de un jardín enmarañado, al frente un cantil que termina en un abismo y más allá está el mar. Toco a la puerta y espero, espero y espero, en ese momento pienso que en realidad vives en Acapulco y tu crees vivir en Oaxaca ¿Y qué tal si en realidad estás en Veracruz o Nueva York?



En el sueño, antes de llegar, pasé cerca de un  hotel. Escuché cuando algún estúpido dijo:
- Me gusta el Presidente porque el servicio allí es presidencial. Ahí llegan puras celebridades, bla, bla, bla... - Volteo para otro lado pero sigo oyendo tonterías, hasta que en algún momento escucho algo que me interesa: dos chicas le dicen a un chavo que parece Charles Atlas
- ¿Tú crees que con cirugía nos puedan disminuir esto?- y con sus uñas muy manicureadas  señalaban sus panzas sonreían las muy simples.
- La figura depende de la actitud que uno tiene- les respondió la bola de carne. Mientras inflaba la masa muscular como pavo real y presumía su línea.

Entonces pasa una negra muy bien proporcionada y pienso en los negros, en sus cuerpos y en sus movimientos; pero en ese momento se me cruza un chavo vestido de blanco  y que parece cirujano. Le pregunto con la esperanza de que cure mi cuello:
-¿Eres cirujano?
-¡No!.- responde apresurado- Soy un carnicero.
No sé por qué me pareció que lo era, pero el caso es que sigo con la cabeza agachada, esperándote. En ese momento, dentro del sueño me acordé de otro sueño, uno en el que Jack el Destripador estaba a punto de estrangularme y yo pensé: esto es tan espantoso que tiene que ser un sueño y lógicamente me desperté. Había en la penumbra muchos ruidos que no suele haber, no era un buen momento para un encuentro con la muerte, con mi muerte y al pensarlo en esos términos me dio más miedo. Entonces me acordé que tú me has dicho varias veces que ya te moriste, ¿qué es para ti morir?. Yo te creo que has muerto, pero no sé si yo he muerto. Tal vez si hubiera muerto lo sabría yo ¿no?, ¿O puede uno estar viviendo-muriendo tan ciegamente sin darse cuenta?, ¿de plano ya estoy muerta?, ¿tú qué crees?

Sin embargo aquí ando como en mi sueño, pero ahora, ya de regreso al primero con el que comencé esta carta. No tengo ya el cuello cortado sino estoy ciega, tanteando, tapándome con un cuerpo que no es mío, un cuerpo que me sorprende y me confunde, pero un cuerpo que también me da calor y me hace sentir viva. Tal vez el destino no quiera que nos volvamos a encontrar, tal vez un cabello -aquel que encontraste en uno de mis libros- no signifique nada. Así que forcemos una cita, pongamos un lugar, un momento....
Tu gato dorado



NOTA: Este relato -originalmente un sueño escrito a dos manos con una muy querida amiga y convertido por el 11S en un divertimento memorioso- tiene de fondo musical "Tiny Dancer" de Elton John y es también parte de "La Despedida".