En mi sueño tomé el cuchillo y decidí que no valía la pena vivir: que
quede bien claro, fue por ti. Pero nada, sólo me abrí el cuello y ni siquiera
hubo sangre. Así que aquí ando, con mi rajada que nadie nota, porque llevo la
cabeza agachada esperando que cicatrice algún día.
Pero como no morí no me queda de otra más que ir a visitarte, así, llego
a tu casa. Al frente tiene una reja de hierro, hasta el fondo está la casa en
medio de un jardín enmarañado, al frente un cantil que termina en un abismo y
más allá está el mar. Toco a la puerta y espero, espero y espero, en ese
momento pienso que en realidad vives en Acapulco y tu crees vivir en Oaxaca ¿Y
qué tal si en realidad estás en Veracruz o Nueva York?
En el sueño, antes de llegar, pasé cerca de un hotel. Escuché cuando algún estúpido dijo:
- Me gusta el Presidente porque el servicio allí es presidencial. Ahí llegan
puras celebridades, bla, bla, bla... - Volteo para otro lado pero sigo oyendo
tonterías, hasta que en algún momento escucho algo que me interesa: dos chicas
le dicen a un chavo que parece Charles
Atlas
- ¿Tú crees que con cirugía nos puedan
disminuir esto?- y con sus uñas muy manicureadas señalaban sus panzas sonreían las muy simples.
- La figura depende de la actitud
que uno tiene- les respondió la bola de carne. Mientras inflaba la masa
muscular como pavo real y presumía su línea.
Entonces pasa una negra muy bien proporcionada y pienso en los negros,
en sus cuerpos y en sus movimientos; pero en ese momento se me cruza un chavo
vestido de blanco y que parece
cirujano. Le pregunto con la esperanza de que cure mi cuello:
-¿Eres cirujano?
-¡No!.- responde apresurado- Soy
un carnicero.
No sé por qué me pareció que lo era, pero el caso es que sigo con la
cabeza agachada, esperándote. En ese momento, dentro del sueño me acordé de
otro sueño, uno en el que Jack el
Destripador estaba a punto de estrangularme y yo pensé: esto es tan espantoso que tiene que ser un
sueño y lógicamente me desperté. Había en la penumbra muchos ruidos que no
suele haber, no era un buen momento para un encuentro con la muerte, con mi
muerte y al pensarlo en esos términos me dio más miedo. Entonces me acordé que
tú me has dicho varias veces que ya te moriste, ¿qué es para ti morir?. Yo te
creo que has muerto, pero no sé si yo he muerto. Tal vez si hubiera muerto lo
sabría yo ¿no?, ¿O puede uno estar viviendo-muriendo tan ciegamente sin darse
cuenta?, ¿de plano ya estoy muerta?, ¿tú qué crees?
Sin embargo aquí ando como en mi sueño, pero ahora, ya de regreso al
primero con el que comencé esta carta. No tengo ya el cuello cortado sino estoy
ciega, tanteando, tapándome con un cuerpo que no es mío, un cuerpo que me
sorprende y me confunde, pero un cuerpo que también me da calor y me hace
sentir viva. Tal vez el destino no quiera que nos volvamos a encontrar, tal vez
un cabello -aquel que encontraste en uno de mis libros- no signifique nada. Así
que forcemos una cita, pongamos un lugar, un momento....
Tu gato dorado