domingo, 28 de marzo de 2010

La Guerra contra las Drogas: Virtual pero Sanguinaria

¿Qué contenía el maletín del Cardenal Posadas Ocampo, desaparecido de su auto el día del tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara? ¿Quiénes podrían estar interesados en su contenido? ¿Variados intereses podían coincidir en su interés por ese maletín? Y finalmente ¿Esa muerte se debería de contabilizar en la llamada guerra contra las drogas? Según un minucioso recuento que realiza el diario Milenio, este mes de marzo será el más violento, no solo del año sino de todo el sexenio. Una noticia así siempre impacta, doblemente en una sociedad poco dada a leer el cuerpo de la nota y acostumbrada a quedarse con las llamativas cabezas fuera de contexto: México se está hundiendo. ¿Pero cuál información se tiene ya no para criticar, sino por lo menos para acercarse al complejo problema del narcotráfico? Entre la prensa que se ha abandonado a los periodicazos y al tenor editorial de sus cabeceros on-line, o el escaso rigor aceptado pero montado en la fama editorial de revistas que colocan las fortunas del narco en la pasarela de los CEOs de la globalidad, hay muy poco de donde escoger. De los periodistas que manejan datos duros e información interesante destaca Jorge Fernández Menéndez, quien desde hace años sigue el tema. Entre los políticos, salvo por ahí un perredista que se atrevió a plantear la despenalización de la mariguana, el escenario está desierto. Por eso llama más la atención que sea una novela The Power of the Dog, de donde surja una pintura magistral de la guerra contra las drogas. Don Winslow, el autor, un investigador privado que se mueve entre Londres y Nueva York y otros lugares de Estados Unidos, es también consultor de despachos legales y compañías aseguradoras desde hace más de quince años. Sin embargo, su novela –por cierto no la única- pareciera escrita por un periodista de investigación y/o por un novelista con fuentes de información privilegiada. El resultado en todo caso es maravilloso y muy recomendable. A lo largo de este sangriento mes de marzo, traté con el twetter de dar vistazos de la novela como una invitación a leerla. Pero ese registro cotidiano de la trama en 140 caracteres, comenzó a avanzar al par que las páginas y portales noticiosos se cubrían de sangre a todo lo largo de la frontera del norte. Al paso de los días, mi lectura adquirió un telón de fondo muy realista con lo que sucedía en el país; al mismo tiempo, las páginas de la novela y el recuerdo personal, comenzaron a formar un túnel del tiempo que unía y explicaba la historia de México en los últimos 25 años. Tanto la memoria que registró el terremoto “Jenaro” como un parte aguas, como los años en la prensa que me permitieron atestiguar los procesos políticos culminantes del fin de siglo, una y otra vez llevan a la pregunta: ¿Cuando se rompió el país? Y la lectura de la novela me ofreció su respuesta llevándome a los hechos y acontecimientos conocidos en su tiempo: Quizás pareció descomponerse el país en los años ochenta con el “descubrimiento” del rancho “El Búfalo”, con la tortura y muerte del agente de la DEA Enrique Camarena y la rocambolesco huída del capo con una niña bien, sobrina del Gobernador. Pero no quisimos ver la extensión de la hidra y hasta festejamos el ofrecimiento del capo para pagar la deuda externa. Tanta simpatía generó que se cerrara su acceso a los medios. Años después, caso olvidado el narcotráfico en su existencia, el tiroteo en Guadalajara: ¿Que contenía el maletín del Cardenal? El narcotráfico, como lo han documentado varios investigadores del CIDE, ha estado vinculado al régimen de la revolución desde el principio y como lo muestra Winslow, en los noventa revelaría que los límites entre ellos era una frontera demasiado difusa y parte ya del nuevo orden mundial de la globalidad. De ahí que su salto al ranking mundial de Fortune fuera cuestión de tiempo. El desfile de personajes conocidos por las páginas de la novela parece interminable, algunos cambios de nombre pero la referencia es clara: Los gomeros de Sinaloa y la operación Cóndor; la “federación” de capos y los policías protectores; la Federal de Seguridad, el Irangate y el tráfico de armas para la Contra; la narcopolítica y los asesinatos de cardenistas, cardenales y candidatos; los reacomodos entre pandillas y la ferocidad de sus venganzas, la realpolitik de Estados Unidos para América Latina y sus oscuros vínculos con las FARC, el EZLN lo mismo que con sicarios y grupos de autodefensa. Pero la novela no se pierde en la exposición de multitud de datos, por el contrario, los despliega a través de una trama muy bien armada y con personajes bien construidos. No se diga las escenas del Narco stile-life y sus resortes sociales que son de antología junto a la hipócrita guerra contra las drogas. Un escenario con muchas coartadas morales pero escasas posibilidades para la ética. Y para evitar el maniqueísmo al que es tan dada la cultura el thriller estadounidense, aquí el personaje central Art, es un agente con un pie en los mundos a ambos lados de la frontera y que no es aceptado en ninguno, en ese desarraigo nace el conflicto que lo acompaña en toda la novela. Si bien se cuestiona seriamente la guerra declarada al poder del narco por el gobierno, esta crítica, proveniente tanto de analistas como de periodistas y sobre todo de partidos opuestos al gobierno, hay que enmarcarla como parte no de una preocupación por el buen gobierno, sino más bien como parte del asedio al Estado considerado como obligación por la ideología de muchos de esos críticos. En el camino, incluso se termina por callar la presencia y los mecanismos del narco, no se diga soslayar la complejidad del problema: todo se vale en aras de apuntar con feroz vehemencia los yerros del gobierno y del ejército. ¿Por qué el silencio sobre el verdadero rostro del narco? El primer dato que debería de recordarse es que además de que es una violencia relacionada con el narcotráfico, buena parte de esos miles de muertes son de sus sicarios. Sí, efectivamente, también hay civiles que por accidente quedaron entre el fuego cruzado: pero no es ésta la violencia política propia de una guerra civil. Más que un simple matiz y un dato para tener en cuenta... aunque no necesariamente más tranquilizador. Ese “matiz” es lo plasma en sus páginas The Power of the Dog para recordarnos una vez más, que desde la literatura se hace historia y que conocer ésta es indispensable para la política, por lo menos para la política que desea y a la que aspira el ciudadano. Buena parte de esta historia es la que quizás se perdió en ese maletín en el aeropuerto de Guadalajara. Casi nada. ______________ The Power of the Dog Winslow, Don / Ed. Vintage Crime 2006 USA Ya existe una traducción al castellano, si está hecha en España o Argentina es decisión suya correr el riesgo.

sábado, 20 de marzo de 2010

Fenomenología Del Tope

¿Qué hay detrás de un tope? Me lo pregunto cuando tras un accidente en CU. varios estudiantes demandaron que se pusieran en el circuito escolar topes, algo que a mí me parece muy poco universitario porque el tope muestra la muy poca educación del que maneja: como no respeta el límite de velocidad, se le obliga a detenerse con un obstáculo. Entonces aclaro, de lo que quiero hablar es de la dimensión cultural que subyace al Tope: de todo lo que deja ver y al mismo tiempo esconde un casi in-mobiliario urbano que hasta donde parece, es característico de este paìs.

El diccionario informa que la palabra es de origen germánico (top) y lo define como “punta o extremidad”, eso en primera instancia. Solamente hasta la octava acepción ofrece lo que es efectivamente en México: tropiezo, estorbo o impedimento. Es impresionante constatar que un objeto (el subconsciente virtual de la computadora escribió primero ojete) como el tope, sea algo tan pesadillesco que por su cotidianidad ya nos pasa desapercibido. Nos acordamos de él solamente cuando friega la suspensión del auto o al surgir sin aviso alguno el día y en el lugar menos esperado. A pesar de su presencia es común que se le olvide, la furia por el golpazo y el susto que nos llevamos solamente provoca el encabronado comentario frente a los testigos: “este tope no estaba ayer”.

Hay topes de formas, tamaños y texturas muy diversas,y parecen asociarse al sitio o rumbo en el que se ubican reflejando los gustos y las costumbres de la gente del lugar: algo así como la geografía del tope. Desde Jalisco hasta el norte del país parece que tienen preferencia por el concreto y gustan de colocarles un alma de tubo o acero. En Morelos y Puebla los disfrazan y les llaman “reductores de velocidad”: es una serie de once protuberancias que pueden ir desde los pocos centímetros hasta sus respetables pulgadas y que acortan paulatinamente la distancia entre ellas para rematar en ocasiones con uno más grande. Monterrey parece que hará su aportación con el ArtNarcó: trailers y camiones antes de las casetas.

Hace años en las carreteras eran muy comunes los llamados “lavaderos” o “vibradores”, pero ahora a esos ya solamente se les encuentra en las entradas de las casetas de cobro de las autopistas. Entre los topes más criminales están sin duda las “tortugas” de metal, que poco a poco desaparecieron de los carriles en contra flujo de los ejes viales y que a veces resucitan en lugares tan civilizados como CU: no conformes con una hilera ¡se colocan dos, para que no se diga que hay miserias! Por estos lares tambièn se ha desarrollado un modelo combinado de monumento al vibrador, muy útil para medio controlar a los chafiretes del Transporte interno concesionado.

Pero entonces si ya existen en CU –de hecho hasta semáforos hay- ¿Por qué se piden más? Como viajero frecuente por las caminos de este país, estoy convencido que al contrario de la creencia generalizada el tope no se pone como defensa ante los extraños del lugar sino de los propios residentes. El visitante es más cuidadoso porque no conoce el rumbo , en cambio hay que ver manejando a los vecinos por las carreteras que atraviesan sus poblaciones de la Costa Grande en Guerrero o de la costera en Oaxaca: lo hacen como los chilangos en el periférico.

Los topes más tiernos son aquellos que colocan las autoridades locales como demostración de modernidad. Hasta hace pocos meses, a la entrada de Acaxochitlan Hidalgo se hacía una inmensa fila de autos provocada por los demoledores vibradores a la entrada de la población, colocados ahí sin ninguna razón ni necesidad. La clave la descubrí en un pueblito cercano, cuando me pidieron colaboración para erigir un tope en una terracería estrecha y maltrecha en la que solo circulan los cien vecinos del lugar: “Es que luego vienen los chavos a echar carreras aquí”. Semanas después mostraban rostros orgullosos por la obra que les hacia sentirse más urbanos de lo que nunca serán (gracias a dios), en realidad no es necesario pero los hace sentirse bien.

Por todo lo anterior, estoy convencido que cuando en este país desaparezcan los topes significará que nos hemos vuelto un país educado que respeta los reglamentos y que no necesita que se le obligue a respetar a los demás. De paso, mostraría que no necesita de fetiches para apreciar su realidad, deseando, pensando y buscando una inexistente modernidad. Ese es el tope cultural, un tope imposible de ver sino hasta que se le siente cuando ya se cayó en él.

El Ciudadano Kien vuelve a las andadas

Como decía en mi anterior colaboración ... (hace ya algunos años) el país cambia a tal velocidad que no nos damos cuenta; la diferencia ahora es que el mundo nos acompaña en esa vorágine y nosotros a él. Dejé de escribir mi columna El Ciudadano Kien en el viejo unomásuno cuando la prensa todavía se daba el lujo de ser analítica y se preocupaba por la sintaxis y la ortografía ; hoy todo queda en manos del "cabecero" que no lee y no sabe. Fue un tiempo que para la mayoría de los usuarios del twiter,se remite al siglo pasado y por lo tanto a algo remoto, inexistente y probablemente inservible. En realidad lo último que publiqué fue en Milenio por ahí de 2003 y algunas reseñas y entrevistas más en varias revistas.
La memoria de ese tiempo me asaltó al leer la novela que he comentado en apretados tuits desde hace dos semanas: The Power of the Dog. Me ha impactado de tal manera el libro, que me empujó a retomar la redacción de una reseña y de paso, a iniciar el aprendizaje del blogger. Y digo que parece ayer, porque al leer el desfile de los personajes de la novela y ver las noticias del día de hoy, son demasiados los parecidos y al mismo tiempo, abismales las diferencias. La memoria es lo único que las puede hacer comprensibles. Más allá de la licencia literaria que le permite al autor Don Winslow alterar un poco los nombres de narcos, políticos y curas, así como las fechas de varios sucesos, la novela hace entendible el escenario general y sobre todo, la muy sugestiva trama permite comprender lo que pasó en México en los años 80s y 90s. Esa época en donde los cárteles de la droga se expandieron en poder y alcance político y financiero. Lo que se vive hoy son apenas secuelas de aquello. Varios investigadores ya habían apuntado la estrecha relación que se dio desde principios del estado de la revolución en los años 20s entre políticos y el naciente tráfico de estupefacientes. Lo que hace la novela es dramatizar esa relación cincuenta años después. Fue la segunda guerra mundial y la de Vietnam, las que darían el papel de actores principales del reparto a los rancheros de Sinaloa primero y luego a la llamada "Federación". Su poder, cabe recordar, fue gracias entre otras cosas, a la geopolítica estadounidense que para patrocinar a la Contra en Nicaragua, armó un tinglado financiero que pasaba por Irán, Panamá y México, y aquí, a través de la policía política de ingrata memoria: la DFS. Un alto costo pagado por la represión conocida como "guerra sucia". Por eso nunca sobra resucitar la historia reciente. Las explicaciones que ofrece la novela sobre la muerte del cardenal Posadas (en la novela llamado Parada), la de Colosio, la crisis financiera del 95, el papel de los religiosos como el Nuncio de esa época y el cura Montaño (otro a salvo de dar explicaciones por su misteriosa y "salvadora muerte") son bastante indicativas -por decir lo menos- del guión que vivimos como país en estos días. Soy firme convencido de que la lectura nos puede hacer libres. Me gustaba responder a las preguntas e inquietudes de mis alumnos con recomendaciones de libros para hacerlos pensar y practicar el análisis y la búsqueda información. Hoy me asumo como estudiante volviendo al aula virtual de la web. Nunca es tarde, si fui de los primeros en enviar mis colaboraciones por fax y luego por mail, así como ofrecer a los lectores mi buzón electrónico para sus comentarios, no veo porqué no intentar el twiter, estos nuevos pizarrones de la web que me recuerdan en mucho los dazibaos de la llamada "revolución cultural china". Lo democrático del twiter se refuerza con su cortedad telegráfica. Por eso recurro a este medio como un intento de abordar asuntos que rebasan esa cortedad y que por su importancia para el ciudadano, no deben perderse en el remolino triturador de la memoria ni en lo efímero del tuit . Dicho lo cual comenzaré a compartir lecturas y noticias, esperando la retroalimentación del lector y haciendo una amable invitación a la tolerancia, el gran ausente de la educación de este país . Me parece igual de espeluznante la facilidad con la que se cae en el insulto y la diatriba sin sentido, tanto como la tarea de muchos seudo periodistas en sembrar el odio y propagar el miedo. La invitación de este ciudadano es a la reflexión de nuestras diferencias, tanto como de nuestras ideas compartidas. Vale.