viernes, 7 de enero de 2011

¿GAVROCHE ERA UN NIÑO SICARIO?

- Los niños sicarios no son nuevos

- Los buchones llegaron ya

- Gavroche carga un cuerno

Los cabezales de la prensa se llenan de estupor moralino y se regodean con las fotos, lo mismo de un niño sicario en Morelos que con los adolescentes que enfrentan fuerzas de seguridad en Ciudad Juárez (http://bit.ly/ggNt02 ). En medio de la escalada de sangre y redaños que parece festinar la hemoglobina o el cine gore y luego de vender, el asunto quedará simplemente como una estrella más el bicentenario.

Dentro de algunos meses “cineastas junior” (diegos y otras yerbas infumables) comenzarán a filmar el tema, buscando la fama, la taquilla y confirmar las certezas del lugar común de la sociedad: indignación por la pérdida de inocencia de nuestros infantes. Mejor harían en adelantarse e investigar lo que sin duda surgirá en poco tiempo en el teatro del absurdo nacional, los temas sobran. La TV estadounidense en eso es buen ejemplo a seguir.

LAW&ORDER

Los niños reclutados en México y utilizados como sicarios no sólo aquí, sino también en Estados Unidos, fue el tema de un episodio filmado en 2007 y trasmitido en 2009 de la exitosa serie La Ley y el Orden http://en.wikipedia.org/wiki/Law_%26_Order . La exitosa serie llegó a su fin recientemente, luego de 20 años y de ganar los mejores premios de la crítica y de la industria. Más allá de ser una respuesta a la curiosa preferencia de los estadounidenses por los programas de Doctores y Abogados (un buen tema para sociología comparada a la espera de un investigador mexicano) habría que apuntar la actualidad de sus casos: desde abuso infantil y tráfico de mujeres, órganos y animales, hasta terrorismo, ablación femenina, green cards y lavado de dinero.

Sin duda parte de su éxito son los temas de actualidad, pero el espectador que huye del kitsch y el final feliz, encuentra la tenaz investigación policiaca y el vistazo a los tecnicismos legales que liberan al culpable o los trucos de los fiscales para sacarles la vuelta y a veces triunfar y en otras salir derrotado, son sin duda buena parte de su atractivo. No se diga cuando en un elemental espejo de la sociedad norteamericana, a lo largo de los años los paisanos fueron apareciendo más y más en la pantalla: desde delincuentes, maids y policías, hasta la asistente de fiscal de la última temporada que tuvo un inusitado éxito y atrajo las miradas del auditorio.

Quizás nuestros analistas, periodistas, ministerios públicos y jueces tendrían que asomarse a la serie, por lo menos para ver lo que no verán sino hasta que el problema explote en sus narices: como lo fue el asunto añejo en la TV estadounidense de los niños sicarios, y como será cuando decidan que nos enteremos de la presencia de la mafia rusa en México, tema al que también la serie ya dedicó un episodio doble ¡¡a fines de los años noventa!!

Menciono esos dos episodios de la serie porque creo que a diferencia de las arengas filípicas y los –indudablemente importantes- cuantificaciones de la mortalidad regionalizada, la serie de TV retrata mejor para la gente común la complejidad del problema del narcotráfico en el que -más vale asumirlo-, nuestro país está inmerso.

LA NARCOGLOBALIDAD

¿Qué perspectivas o futuro tiene un niño en Topolobampo o Temixco si no es hidalgo (hijo de alguien) y cuando la escuela dejó hace tiempo de ser factor de ascenso social o requisito de empleo? Al igual que en un país africano, en Myanmar o la selva de Chiapas, ser reclutado por la guerrilla y/o los narcos (una frontera hace tiempo también diluida) es una buena opción. Sobre todo cuando el consumo conspicuo y ostentoso de los “buchones” así como su glorificación se derrama por los altavoces de cantinas estéreos y la radio, y los invita lo mismo en los pueblitos perdidos del valle del Yaqui que en los antros de la nueva camada de yupis tecnificados de las principales urbes del país. La narcocultura ha penetrado hondo, y esto no es crítica desde la corrección política, sino indignación por el atentado estético que me parecen las botas de piel de víbora, los hummers y los trompetazos de seudomúsicos tucanes y cadetes norteños.

Como diría @DHPmexico http://bit.ly/a47dHv no nos hagamos, no sólo no hay interés en los poderes fácticos, en realidad tampoco se puede terminar con un problema de dimensión global sin despenalizar y controlar: ¿Qué ha pasado con los insistentes señalamientos de que bancos como Citicorp deben en buena parte sus ganancias al Money Laundry? El esquema apareció en Law&Order: prácticamente todas las mafias, desde la italiana a la colombiana lavan a través de la mafia rusa en los bancos rusos ¡pero con billetes emitidos por la Reserva norteamericana! Por la modesta suma de 4 centavos por billete de 100 dls. integran al circuito mundial la ganancia del narcotráfico y cuando alguien no coopera, pueden recurrir lo mismo a los niños entrenados en Sinaloa y dedicados a la TV, a comer y a drogarse en alguna mansión de Staten Island (donde descubren que “nada es necesario porque están entre amigos”) o a la mafia rusa. Otro tema a la espera de investigadores acuciosos: las similitudes entre sistemas autoritarios producto de revoluciones y el asalto del Estado por parte de las mafias amparadas a la sombra del viejo régimen.

Ante tanta hipocresía generalizada y fingimiento de cegueras es como siempre, la literatura –la loca de la casa- la que grita que el rey se pasea desnudo. Hace algunos meses le dediqué una entrada en este blog a la excelente novela “The Power of the Dog” http://bit.ly/a8H4P4 , una de las visiones más amplias sobre la complejidad del problema que aqueja al país y sus vínculos con la política nacional. Desde otro ángulo y en otra perspectiva, “The Girl Who Played with Fire” de Stieg Larsson ubicada en Estocolmo, se asoma a los sótanos de la idílica vida que viene a la mente cuando se piensa en Suecia: el tráfico de mujeres por parte de la Mafia Rusa.

¿EN DÓNDE FUE EL EXTRAVÍO?

Si bien el episodio de Law&Order (#440 "Boy gone astray") en cuestión aborda el tema de los niños sicarios muy descarnadamente, no abandona la presunta inocencia infantil. Hace unos años publiqué un ensayo al respecto en la revista Etcétera http://www.etcetera.com.mx/ que suscitó airadas críticas y un buen intercambio de ideas acerca de la utópica idea de inocencia natural de la infancia. Quienes hayan llevado durante esta dácada a sus hijos desde preescolar a la secundaria, lo mismo en colegios particulares que escuelas públicas, sabrán que esa idea podrá ser muy tranquilizadora pero evita ver el tamaño del problema educativo: la Tuta y los “Maestros” en diferentes lugares de México son apenas otro rostro de la mafia sindical que controla la educación.

¿Dónde nació la idea de la inocencia infantil? ¿Siempre ha tenido la sociedad la misma idea respecto a la niñez? Para Pascal las penurias de la condición infantil se debían al pecado original y sería con el romanticismo del siglo XIX que la infancia de Cristo con sus regalos de temporada tomaría carta de naturalización convirtiéndola en poema, hasta entonces ninguna diversión especial para ellos, salvo la rueda del suplicio o la hoguera abrazando a algún condenado espectáculos que que los tiene en primera fila. Acerca de estos cambios Michael Tournier escribió un excelente ensayo en el que avizora que los niños son los testigos privilegiados de los cambios en las costumbres e ideas.

Es Víctor Hugo quien crea el angelismo infantil que torna lo gracioso divertido y encantador, en algo majestuoso augusto y venerable, encarnado en el famoso Gavroche de Les Miserables; a Eugene Delacroix debemos la imagen: junto a la victoria de pechos desnudos que sale de la trinchera, emerge también el “pilluelo purificado por el aire de París”, pero pocos notan que lo hace con sendas pistolas en las manos y pisando un moribundo (http://bit.ly/fvuKWf); y los que lo ven lo festinan: es la mano que mece la cuna de la revuelta juvenil siempre manipulable y a favor de sus intereses.

Poca atención se presta al símil entre los rituales Maras Salvatruchas y la violencia en la colonia América y otras a lo largo de Observatorio y Constituyentes, y los analistas y el periodismo militante todo lo justifican a través de la pobreza o el “genocidio neoliberal”. Se lamentan ante la esperanza trunca de tanta inocencia infantil y juvenil, mientras olvidan que la violencia de la banda es hija del miedo y que la venganza es un sentimiento muy humano al que la infancia no es inmune: lo que el siglo XXI les da es simplemente un amplio repertorio de motivos y métodos para ejercerla.

Estamos en el umbral de una nueva moralidad y las fantasías del romanticismo se desmoronan día a día, entre ellas, la de la inocente infancia: Gavroche hijo de la venganza, apunta un cuerno de chivo y un AK-47 desde cualquier trinchera de la Aldea Global, lo mismo en un McDonalds en Manhattan que en una fiesta en Ciudad Juárez. Anthony Burguess lo avizoró en Orange Clock, salvo que la terapia Ludovico la vivimos todos cotidianamente.

1 comentario:

  1. Bueno en realidad el concepto de infancia ha cambiado a travez del tiempo, desde cuanod los niños eran mas trbajadores para aportar sustento a la familia, hasta la invencion del siglo XIX me parece de la infancia como una etapa "linda e inocente" de la vida hasta el dia de hoy con la mamada de "adultos chiquitos" al final de cuentas el ser humano es un ser social, y aprende de lo que ve en el medio en el q se desenvuelve por lo que sin una guia adecuada terminamos viendo casos como el del famoso ponchis o al menos eso creo yo.

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