sábado, 20 de marzo de 2010

Fenomenología Del Tope

¿Qué hay detrás de un tope? Me lo pregunto cuando tras un accidente en CU. varios estudiantes demandaron que se pusieran en el circuito escolar topes, algo que a mí me parece muy poco universitario porque el tope muestra la muy poca educación del que maneja: como no respeta el límite de velocidad, se le obliga a detenerse con un obstáculo. Entonces aclaro, de lo que quiero hablar es de la dimensión cultural que subyace al Tope: de todo lo que deja ver y al mismo tiempo esconde un casi in-mobiliario urbano que hasta donde parece, es característico de este paìs.

El diccionario informa que la palabra es de origen germánico (top) y lo define como “punta o extremidad”, eso en primera instancia. Solamente hasta la octava acepción ofrece lo que es efectivamente en México: tropiezo, estorbo o impedimento. Es impresionante constatar que un objeto (el subconsciente virtual de la computadora escribió primero ojete) como el tope, sea algo tan pesadillesco que por su cotidianidad ya nos pasa desapercibido. Nos acordamos de él solamente cuando friega la suspensión del auto o al surgir sin aviso alguno el día y en el lugar menos esperado. A pesar de su presencia es común que se le olvide, la furia por el golpazo y el susto que nos llevamos solamente provoca el encabronado comentario frente a los testigos: “este tope no estaba ayer”.

Hay topes de formas, tamaños y texturas muy diversas,y parecen asociarse al sitio o rumbo en el que se ubican reflejando los gustos y las costumbres de la gente del lugar: algo así como la geografía del tope. Desde Jalisco hasta el norte del país parece que tienen preferencia por el concreto y gustan de colocarles un alma de tubo o acero. En Morelos y Puebla los disfrazan y les llaman “reductores de velocidad”: es una serie de once protuberancias que pueden ir desde los pocos centímetros hasta sus respetables pulgadas y que acortan paulatinamente la distancia entre ellas para rematar en ocasiones con uno más grande. Monterrey parece que hará su aportación con el ArtNarcó: trailers y camiones antes de las casetas.

Hace años en las carreteras eran muy comunes los llamados “lavaderos” o “vibradores”, pero ahora a esos ya solamente se les encuentra en las entradas de las casetas de cobro de las autopistas. Entre los topes más criminales están sin duda las “tortugas” de metal, que poco a poco desaparecieron de los carriles en contra flujo de los ejes viales y que a veces resucitan en lugares tan civilizados como CU: no conformes con una hilera ¡se colocan dos, para que no se diga que hay miserias! Por estos lares tambièn se ha desarrollado un modelo combinado de monumento al vibrador, muy útil para medio controlar a los chafiretes del Transporte interno concesionado.

Pero entonces si ya existen en CU –de hecho hasta semáforos hay- ¿Por qué se piden más? Como viajero frecuente por las caminos de este país, estoy convencido que al contrario de la creencia generalizada el tope no se pone como defensa ante los extraños del lugar sino de los propios residentes. El visitante es más cuidadoso porque no conoce el rumbo , en cambio hay que ver manejando a los vecinos por las carreteras que atraviesan sus poblaciones de la Costa Grande en Guerrero o de la costera en Oaxaca: lo hacen como los chilangos en el periférico.

Los topes más tiernos son aquellos que colocan las autoridades locales como demostración de modernidad. Hasta hace pocos meses, a la entrada de Acaxochitlan Hidalgo se hacía una inmensa fila de autos provocada por los demoledores vibradores a la entrada de la población, colocados ahí sin ninguna razón ni necesidad. La clave la descubrí en un pueblito cercano, cuando me pidieron colaboración para erigir un tope en una terracería estrecha y maltrecha en la que solo circulan los cien vecinos del lugar: “Es que luego vienen los chavos a echar carreras aquí”. Semanas después mostraban rostros orgullosos por la obra que les hacia sentirse más urbanos de lo que nunca serán (gracias a dios), en realidad no es necesario pero los hace sentirse bien.

Por todo lo anterior, estoy convencido que cuando en este país desaparezcan los topes significará que nos hemos vuelto un país educado que respeta los reglamentos y que no necesita que se le obligue a respetar a los demás. De paso, mostraría que no necesita de fetiches para apreciar su realidad, deseando, pensando y buscando una inexistente modernidad. Ese es el tope cultural, un tope imposible de ver sino hasta que se le siente cuando ya se cayó en él.

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